Hay veces que sólo basta tomarse una noche para regresar a aquellos momentos en los que salir por la colonia a andar en bicicleta era lo más importante y emocionante del mundo.
Tal vez mirar por el aparador el juguete de novedad y fantasear que tu bicicleta era una moto o una nave espacial.
No hacía falta otra cosa para regresar a casa con una sonrisa de oreja a oreja.
Creo que la frase un tanto trillada “todos tenemos un niño en nuestro interior” no es falsa.
Ayer, durante la rodada que cada lunes organiza el grupo de ciclismo urbano La División del Sur, me di cuenta que los adultos todavía esperan la “hora del recreo” para salir a jugar con los cuates.
En el camino me encontré a un señor que había salido a buena hora de la oficina y decidió llegar al punto de encuentro que desde hace un año garantiza, cada lunes a las 7 de la noche, el inicio de una ruta por las entrañas de la enorme Ciudad de México.
Cuando llegamos al monumento a Álvaro Obregón, envuelto en una penumbra por la falta de alumbrado en el “Parque de la Bombilla”, sólo había un par de divisionarios, uno de ellos estaba extendiendo una manta en la que ofrecía herramientas, luces y otros accesorios para hacer de tu bici una nave más sofisticada.
En tanto, el señor que se había convertido kilómetros antes en mi compañero de arribo, me hacía preguntas sobre mi cámara fotográfica y luego inevitablemente terminamos hablando de bicis. Al fin y al cabo, de juguetes.
Los amigos iban llegando. De tres en tres, de a cinco, en bola de diez. En menos de una hora ya éramos más de 40 ciclistas alistándonos para rodar con rumbo al Museo del Juguete Antiguo México (MUJAM).
La oscuridad se adornaba con puntos rojos y blancos que brotaban de las lámparas montadas en los cascos y manubrios de los ciclistas.
Eran las 8 de la noche cuando Atlauhxiuhtik, guía del grupo, avisó que ya era momento de partir. Se formó el bando y se tomaron las calles.
A tomar las calles
El estrés característico que los automóviles le dan a la Ciudad de México había disminuido un poco a esa hora. Tomamos la avenida Miguel Ángel de Quevedo.
El grupo pasaba de los 50 ciclistas. Atrás de mi, dos chicas platicaban de los ciclistas “snob” que sólo compran bicis para estar a la moda pero no les gusta sudar…
Otros charlaban de unas nuevas llantas que habían comprado. Es la ventaja de este medio de transporte, aunque cada quien tenga el suyo, puedes avanzar e ir charlando con el de a lado, y sin necesidad de un manos libres.
Al girar por Av. Universidad, un chavo que cruzaba con su bici se vio sorprendido por la caravana. Se quitó los audífonos y se apuró a alcanzarnos.
Era estudiante, originario de Guadalajara. “¿Adónde van? ¿Puedo unirme? Tengo exámenes finales, pero sí me da tiempo de ir un rato con ustedes”. Uno más al grupo.
La bicicleta corrige el tránsito
La bicicleta puede ser un elemento que corrija vicios en la Ciudad. Un eslabón de la cadena urbana necesario para un equilibrio.
Anoche, mientras pasaba la caravana, más de un automovilista asomó la trompa de su auto para fijarse si podía pasarse el alto, una costumbre que se ha hecho posible gracias a la laxa o nula aplicación del reglamento de tránsito.
Cuando veían que venía la bandada de luciérnagas se echaban en reversa y el conductor se quedaba sorprendido. Me gustaría pensar que esos conductores reflexionaron sobre la función del semáforo en rojo.
La ruta nos llevó por la colonia Portales, Del Valle, Narvarte, Buenos Aires y finalmente a la Doctores, donde está el MUJAM. Un portal al pasado único en la ciudad y en el mundo. El museo sólo muestra el 2 por ciento de la colección total que es de más de 1 millón de piezas.
La puerta realmente no dice nada, el letrero oculto en la oscuridad no te da esperanzas de que el interior te pueda sorprender, pero apenas llegas a la recepción y entras a un túnel del tiempo.
Un Pique de México 86 posa con su sombrero Zapata a un lado de un robot de hojalata. Autopistas, coches de plomo, casas de Barbie y otras muñecas que fueron la alternativa mexicana de esa marca. ¡Una bicicleta Husqvarna de los años 30! Cada vitrina una sorpresa.
La División del Sur tiene como objetivo llevar a la gente a lugares de interés en el DF y promoverlos. Pero también incentivar a los dueños de los lugares a que promuevan el uso de la bicicleta.
Así llegaron al acuerdo de que cualquier persona que llegue en bici al MUJAM, cualquier día de la semana, recibirá descuento y cortesías para una próxima “bicita”.
El regreso hacia la Bombilla se hizo con la misma dinámica, rodando en grupo y con un guía. Sólo que, como es costumbre en México, había que recargar combustible en una taquería para regresar a casa con la panza llena y el corazón contento.
Se nota la amistad que se está generando entre La División del Sur. Las pláticas entre los ciclistas eran de amigos. Y a los nuevos los recibían como si los hubieran conocido de antes.
Al terminar no se despedían, quedaban de una vez de acuerdo para el siguiente lunes, para volver a salir a jugar, para escapar de la rutina y recorrer la ciudad.